martes, 30 de abril de 2013

SANTA LAURA MONTOYA, primera santa colombiana.

El 26 de mayo de 1874 en el noroeste de Antioquia, municipio de Jericó, nació LAURA MONTOYA UPEGUI, hija de Juan de la Cruz Montoya y Dolores Upegui. Su nombre fue escogido a suerte por el sacerdote que la bautizó pocas horas después de su nacimiento. “Abriendo el martirologio, eligió el primer nombre que se le presentó. Me nombraron Laura. Cuando conocí que tal nombre se deriva de laurel que significa inmortalidad lo he amado, porque traduce aquella palabra: con caridad perpetua te amé*.”
Hija de un tiempo difícil en nuestro país, marcado por las guerras entre liberales y conservadores, violencia que dividía familias y pueblos completos, tiñendo nuestra tierra con la sangre del fratricidio inclemente que ha herido a Colombia y, se perpetúa con matices diferentes pero igual de dañino y doloroso que siempre.
Pasó una dura niñez, perdió a su padre a la edad de dos años, su madre y dos hermanos (Cermelita y Juan de la Cruz), comenzaron a pasar necesidades y continuos éxodos para sobrevivir “la atmósfera de pobreza, rayana en miseria, a que quedamos reducidas por el saqueo que siguió a la muerte de mi padre y derrota de las fuerzas conservadoras, me marchitaron, arrancando de mi alma de niña, las risas y el primer asomo de alegría que comenzaba a despuntar fértil y hasta exagerado.” El color de su piel tampoco le favoreció mucho, pues preferían a su hermana por ser de tez blanca.
Con todo, Laura descubre al leer su propia historia, cómo la mano de Dios siempre estuvo con ella. “¡Dios mío! Sin duda me sostenías sin que yo te sintiera, pues de lo contrario mi organismo hubiera sucumbido”. A la edad de siete años, descubre la presencia de Dios a partir de la observación de su obra creada. Se describe a sí misma como “observadora de la naturaleza”, un hecho trascendente para ella al que llama “el golpe del hormiguero” suscitó una nueva forma de ver la vida: un día mientras se entretenía con un hormiguero, viendo el trabajo de las hormigas y jugando un poco con ellas “¡fui como herida por un rayo, yo no sé decir más! Aquel rayo fue un conocimiento de Dios y de sus grandezas, tan hondo, tan magnifico, tan amoroso, que hoy después de tanto estudiar y aprender, no se más de Dios que lo que supe entonces. ¿Cómo fue esto? ¡Imposible decirlo! Supe que había Dios, como lo sé ahora y mucho más intensamente; no sé decir más.”
Profundamente marcó la vida de Lura este suceso, tan simple por cierto, que se refiere a él como un momento coyuntural en su vida: “Desde entonces, me lancé a ÉL, era precisamente lo que buscaba, lo que mi alma echaba de menos. Mis lágrimas por no verlo eran amargas… pero lo tenía. Hoy todavía siento deseos de gritar al recuerdo de esto y me estremezco”. Su vida estará siempre marcada por el dolor, al que descubre como dulce, vale decir, aunque ilógico se escuche, un dolor indoloro.
Deseosa de ayudar a su madre en el sostenimiento del hogar, estudia en una escuela normal con el fin de hacerse maestra y con el sueldo solventar algunos gastos básicos. Muy joven comienza a ejercer como maestra en la normal de Amalfi (1894), su preocupación desde siempre como doscente católica, fue inculcar el amor a Dios en sus alumnas. “mi estreno en el magisterio fue casi un desastre porque no conocía la manera de manejar las gentes y creía que todos ardían en el deseo sincero de amar a Dios, haciendo de esto el único objeto de su vida, como lo era para mí. Me empeñé en hacer de mis discípulas unas amantes locas de Dios. ¡Pobre de mí, cuantos chascos había de pasar!”
Su servicio en el magisterio de Antioquia es sin duda muy significativo, llegó a ser maestra estatal en varios municipios logrando gran prestigio, acudían a sus cuidados niñas de la alta sociedad medellinense y antioqueña. Fundó con una prima el colegio La Inmaculada en Medellín, de reconocido renombre en la ciudad y el país. También tuvo muchos contradictores, por lo cual no faltaron críticas y calumnias que la llevaron al desprestigio social, cosa que nunca alteró su radical fe, por el contrario fortaleció su carácter para la obra que el Señor le tenía preparada.  En estos momentos difíciles de su historia compone su famosa obra “Carta abierta”  escrita por orden del Vicario General de la arquidiócesis, con el fin de defender la educación católica de los ataques que le hacían en la novela “hija espiritual” del doctor Alfonso Castro.
Toda su vida estuvo marcada por la absoluta obediencia a la Iglesia, se sometía minuciosamente a las órdenes de sus confesores y directores espirituales, viendo en sus consejos la voluntad del mismo Dios. Por mucho tiempo sufrió, puesto que ningún sacerdote se quería hacer cargo de su dirección por la altura de su espiritualidad, le llegaron a recomendar: “Dígale resueltamente a Dios: ya que no me hiciste nacer en tiempo de San Francisco de Sales, hazme nacer ahora un San Francisco de Sales porque lo necesito”. Deseó con todo el corazón hacerse monja carmelita, cuyo propósito persiguió por muchos años pues deseaba morir arrobada de amor en una celda del Carmelo, cosa  que no estaba en los planes del Divino Señor que haría de ella la más insigne de las misioneras de los indios y campesinos.
Sin pretensión alguna de fundar una nueva comunidad, descubrió el descuido de las almas de los indios incivilizados y se esforzó por llevarles el Evangelio como maestra de indios en el occidente de Antioquia. Contó con el apoyo decidido de monseñor Maximiliano Crespo, obispo de Santafé de Antioquia, a quien siempre consideró como padre de la congregación. La obra misionera comenzó como un pequeño grupo de maestras deseosas de llevar la fe a los infieles, pero fue tomando la forma de congregación con el paso de los días.
Antes que religiosas fueron misioneras, “habíamos renunciado a todo, absolutamente a todo lo que según las leyes de la más acendrada perfección se puede renunciar, por conseguir la salvación de esas pobres almas. Casi todas habíamos sentido atractivo por la vida religiosa y habíamos renunciado a ella por buscar y salvar a los indígenas, y esto lo habíamos hecho con abandono total de nuestro porvenir. Si después por voluntad expresa de los superiores, fuimos religiosas, nos vino muy bien. Pero fue generosidad exuberante de Dios, quien nos recibió el sacrificio y luego nos dio, con las almas que buscábamos, la vida religiosa como corona de fortaleza para que no desmayáramos. Esta gracia reforzó el espíritu de apostolado y dio estabilidad a la obra.”
La obra de Dios con los indios se fue forjando en tierras colombianas por la mano delicada de la robusta Laura Montoya, la paisa intrépida que amó a Dios sobre todas las cosas y por cuyo amor sentía un profundo dolor de saber perdidas las almas de los indios. Con el Evangelio llevaba Laura y sus misioneras a los salvajes, el conocimiento de Dios su padre, de su dignidad y derechos.  Los métodos usados en la evangelización lograron que una mujer alcanzara lo que la espada conquistadora malogró, al querer imponer con sangre la Cruz de Cristo, confinando a los salvajes al miedo y desprecio de un Dios que les trajo a sus verdugos para matarlos. La sencillez y respeto a la cultura de los indios logró hacer que el Evangelio brillará con fuerza en las selvas colombianas y del mundo.  
La Madre Laura, nos ha enseñado con su testimonio y escritos que el Evangelio lejos de alienar las culturas las embellece como la miel a las piedras preciosas y hace que la humanidad se revista de su total dignidad: “para vestir a los indios es necesario civilizarlos y para civilizarlos es necesario arrancarles casi el corazón con todos sus afectos a raza, antepasados y tradiciones… Ellos, a través de los años, han dado el espectáculo de preferir cuevas, la miseria y la vida de las fieras, a ceder en lo de sus tradiciones, usos y costumbres, ¡cuando se les quiere imponer a la fuerza! Por eso se han destruido a fuerza de intemperie y miseria, por no perder su independencia y sus tradiciones. Es que eso es muy humano y los que pretenden arrancarles estas cosas a la fuerza, sobre crueles son irracionales… ellos no eran fieras cuando vino la raza blanca a América; los volvieron fieras los tratamientos irracionales de muchos ignorantes que no entendían el modo de ser del corazón humano, por eso el único medio de llevar los infieles a Dios es la caridad y la delicadeza”.
La obra de la Madre Laura fue autorizada oficialmente por la Iglesia en 1916, el primero de enero de 1917 realizó la profesión religiosa en la comunidad que el Señor mismo le fue inspirando, las Misioneras de la Inmaculada y Santa Catalina de Siena. Murió santamente el 21 de octubre de 1941 a la edad de 75 años.
La Madre Laura es testimonio grandioso para el pueblo colombiano y la Iglesia universal. Algunas de sus obras: Historia de las misericordias de Dios en un alma (autobiografía), Aventura de Dabeiba, Voces místicas de la naturaleza, manojitos de mirra, Lampos de luz; son legado precioso que bien merece ser conocido y difundido. Laura Montoya en Colombia como Teresa de Jesús en España se eleva como estandarte para mostrar a la humanidad la misericordia sin límites de Dios, que se muestra al mundo en el temple de unas mujeres que contra hostilidades violentas salieron triunfantes por gracias de Dios. Fr. Sidifredo + OFMConv.
* Lo que se encuentra en comillas ha sido tomado de la Autobiografía de la Madre Laura Montoya, publicada en 2011 por la editorial Testimonio.

viernes, 5 de abril de 2013

POSTULANTADO SAN JOSÉ DE CUPERTINO, CONVENTO DE LA INMACULADA, BOGOTÁ 2013

El pasado 19 de marzo, solemnidad de San José, han realizado el paso oficial a la etapa del Postulantado nueve hermanos de distintas partes del país, quienes deseosos de seguir al Señor en la Vida Franciscana, comienzan a experimentar la fraternidad conventual y, se disponen para emprender el itinerario formativo que se prolongará durante cada uno de los días que el Señor les conceda vivir en la Orden de Hermanos Menores.
Al venir a la Orden de los Hermanos Menores Conventuales, los candidatos a la Vida Consagrada asumen el proyecto de sencillez del Hermano de todos, Francisco de Asís. Se viene a la escuela de Cristo pobre y crucificado para aprender la humildad, el libro en el que se aprende es la Santa Cruz.
Capilla de La Inmaculada y San José de Cupertino. (Aquí se venera la reliquia del santo)
 La vida franciscana ha sido para la Iglesia a lo largo de ocho siglos una escuela de santidad. En la actualidad, presente en los cinco continentes, sigue siendo para el mundo, testimonio de vida evangélica al servicio de las diversas necesidades de la humanidad.
Equipo de formadores. (Fr. Sidifredo, Fr. Jair -Guardián y rector y Fr. Otoniel.)
 Al decidirse por este estilo de seguimiento, se opta por configurar la vida con la de Cristo. El camino franciscano ofrece con su carisma y espiritualidad la oportunidad de realizar el plan de Dios en la persona y, de cooperar en la transformación del mundo.
Con gran alegría muchos emprenden este camino, pero con el paso de los días descubren que sus fuerzas no son suficientes, la estructura humana aveces tan fragmentada requiere espacios diferentes a la vida en un convento o casa de formación, por lo cual se sugiere a algunos realizar su seguimiento en otro estilo de vida. Muchos también con la ayuda de los formadores y las múltiples herramientas formativas, descubren su verdadera vocación y con alegría regresan a la vida seglar, dando allí testimonio de la riqueza franciscana.  
El camino franciscano está disponible para todos aquellos, que con radical decisión quieren realizar el itinerario de su alma a Dios, viviendo el Evangelio en fraternidad, pobreza, minoridad, en plena obediencia a la Santa Madre Iglesia Católica. 

lunes, 11 de febrero de 2013

EL SANTO PADRE RENUNCIA
Hoy hemos conocido el anuncio del Santo Padre Benedicto XVI de renunciar a la Sede de Pedro, miles en el mundo comentarán el hecho, yo un pobre sacerdote, solo quiero elevar mi acción de gracias al Señor.
La Iglesia de Dios llamada a la Santidad de vida, a lo largo de la Historia en medio de diversas dificultades ha salido siempre  triunfante. Sabemos bien que la Barca es del Señor, quien es el Sumo Pontífice, por supuesto es gracias a esto que los poderes del infierno no triunfarán. "Yo soy un humilde siervo de la Viña del Señor", con estas palabras  inició su pontificado Benedicto XVI, ahora el humilde siervo reconoce que su trabajo requiere fuerzas que a él van faltando y en coherencia con lo que dijo al comenzar, en un acto de humildad renuncia. Pronto se eligirá otro Papa, la tarea del Católico autentico es agradecer y orar para que sea Dios quien siga guiando nuestra Igleisa.

En la renuncia del Santo Padre, solo veo el deseo de glorificar al Señor, no comparo su acto generoso con ningún otro Papa, solo bendigo a Dios, pues por un Humilde siervo nos ha enseñado mucho. Gracias Señor por la vida y ministerio del Sabio Papa Benedicto XVI. Fr. Sidi
 
 

GRACIAS POR 8 AÑOS DE UN PONTIFICADO LLENO DE LUZ EN MEDIO DE MUCHAS DIFICULTADES.