jueves, 12 de noviembre de 2015


TRANSITO DE NUESTRO SERÁFICO PADRE FRANCISCO

El pasado 3 de Octubre, Vísperas de La solemnidad de Nuestro Seráfico Padre Francisco, los hermanos en formación de la etapa del Postulantado, realizaron dentro del rezo solemne de Vísperas la dramatización de los últimos momentos de San Francisco antes de partir a la morada celeste, representación llena de mucha emotividad y sentimiento.
A continuación algunas imágenes de lo acontecido.

Al mismo tiempo en la casa del Noviciado San Maximiliano Kolbe nuestros hermanos Novicios recibían el sayal Franciscano.


      






                              
                                           
                              

                             

Nuestros Hermanos Novicios y su Maestro




















 EREMITORIO PRE-NOVICIADO 2015

 


En meses anteriores los hermanos Pre-Novicios de la Custodia realizaron la esperiencia del Eremitorio un espacio de retiro; que hace parte de la Formación para un encuentro mas de cerca con uno mismo, con el hermano, con Dios y con la naturaleza.


           
Desde los inicios del Cristianismo han sido muchos los hombres y tambien mujeres que han optado por este estilo de vida alejado del mundo, casi siempre en desiertos para dedicarse a la Oración y practicas asceticas para tener una vivencia mas radical del Evangelio; para los Franciscanos no es una cosa para toda la vida sino que es estacionaria es decir cuando el fraile vea que le hace falta una experiencia como estas.



   

 

En esta ocasion el eremitorio estaba dirigido por Fr. Jorge Paternina, y lo que se busco fue que los jovenes en formación trataran de tener un encuentro consigo mismos, con los hermanos, con Dios, y teniendo a la naturaleza como testigo de estos encuentros. El silencio del lugar fue propicio para esta experiencia que el Sumo Bien, Pleno Bien y Bien Total ha permitido vivir este año.













domingo, 24 de mayo de 2015

SOLEMNIDAD DE PENTECOSTÉS


Hoy la Iglesia universal se alegra con la Solemnidad de Pentecostés, fiesta en la que celebramos la venida del Espíritu Santo, promesa del Resucitado, para que en adelante no seamos nosotros los que demos testimonio de su Resurrección sino El Santo Espíritu que nos impulsa a ser portadores de esa buena noticia que es el Evangelio.


Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De pronto, vino del cielo un ruido, semejante a una fuerte ráfaga de viento, que resonó en toda la casa donde se encontraban. Entonces vieron aparecer unas lenguas como de fuego, que descendieron por separado sobre cada uno de ellos. Todos quedaron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en distintas lenguas, según el Espíritu les permitía expresarse. Había en Jerusalén judíos piadosos, venidos de todas las naciones del mundo. Al oírse este ruido, se congregó la multitud y se llenó de asombro, porque cada uno los oía hablar en su propia lengua. Con gran admiración y estupor decían: “, Acaso estos hombres que hablan no son todos galileos? ¿Cómo es que cada uno de nosotros los oye en su propia lengua? Partos, medos y elamitas, los que habitamos en la Mesopotamia o en la misma Judea, en Capadocia, en el Ponto y en Asia Menor, en Frigia y Panfilia, en Egipto, en la Libia Cirenaica, los peregrinos de Roma, judíos y prosélitos, cretenses y árabes, todos los oímos proclamar en nuestras lenguas las maravillas de Dios”. Hechos 2, 1-11

                                 
¡Oh llama de amor viva, 
que tiernamente hieres
de mi alma en el más profundo centro!;
pues ya no eres esquiva,
acaba ya, si quieres;
rompe la tela de este dulce encuentro.
¡Oh cauterio suave!
¡Oh regalada llaga!
¡Oh mano blanda! ¡Oh toque delicado!,
que a vida eterna sabe
y toda deuda paga;
matando, muerte en vida la has trocado.
¡Oh lámparas de fuego,
en cuyos resplandores
las profundas cavernas del sentido,
que estaba oscuro y ciego,
con extraños primores,
calor y luz dan junto a su querido!
¡Cuán manso y amoroso
recuerdas en mi seno,
donde secretamente solo moras,
y en tu aspirar sabroso
de bien y gloria lleno,
cuán delicadamente me enamoras! Amén.
Himno del Oficio de Lectura.


sábado, 18 de abril de 2015

ENTRADA OFICIAL AL POSTULANTADO 2015


El pasado 13 de abril de 2015, la Fraternidad Custodial se regocijaba al darle la bienvenida oficial al la etapa del Postulantado a cinco hermanos de diferentes regiones del país que libremente han decidido hacer un discernimiento vocacional en nuestra Orden, esto es en la Escuela de Cristo Pobre, Humilde y Crucificado.




La Eucaristía estuvo presidida por el Custodio Provincial Fr. Jhon Jairo Molina OFMConv. y concelebrada por Fr. José Andrés Castro OFMConv, Vicario Custodial, Fr. Otoniel Salcedo, Guardián y Rector del Convento, y por Jhon Fredy Marin, Formador de la Casa.  
                                     
                     
                                      
 La Fraternidad del Postulantado con su Formador Fr. Otoniel Salcedo OFMConv. 


La Fraternidad del Postulantado, con el Custodio Provincial y la Comunidad Formadora.


La Fraternidad del Pre-noviciado junto a la Comunidad Formadora y el Custodio Provincial.



Los Profesos Temporales junto a la Comunidad Formadora y el Custodio Provincial.






domingo, 8 de marzo de 2015

BENDICIÓN DEL ORATORIO DEL POSTULANTADO 2015 E INTRONIZACÓN DEL SANTÍSIMO SACRAMENTO 

El pasado dieciséis de Febrero de 2015 toda la fraternidad del Convento San Antonio de Padua de Bogotá, se congregó para hacer la Solemne Bendición del Oratorio del Postulantado y la Intronización del Santísimo Sacramento. La Eucaristía estuvo presidida por Fr. Otoniel Salcedo, Guardián y Formador del convento.



 El Nuevo Oratorio, donde Nuestros Hermanos Postulantes tendrán su espacio de encuentro personal y comunitario con el Señor.



Se nos instó a vivir este tiempo de gracia que el Señor nos ofrece, como tiempo propicio para hacer un Discernimiento según el Santo Espíritu de Dios; y sobre todo a dejar que "El Señor escriba día a día su Historia de Amor en cada una de nuestras vidas.

 A Continuación algunas imágenes de la Eucaristía
                                               




 FRATERNIDAD DEL POSTULANTADO 


 FRATERNIDAD DEL PRE-NOVICIADO

    

domingo, 15 de febrero de 2015

MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO 
PARA LA CUARESMA 2015
Fortalezcan sus corazones (St 5,8)

Queridos hermanos y hermanas
La Cuaresma es un tiempo de renovación para la Iglesia, para las comunidades y para cada creyente. Pero sobre todo es un «tiempo de gracia» (2 Co 6,2). Dios no nos pide nada que no nos haya dado antes: «Nosotros amemos a Dios porque él nos amó primero» (1 Jn 4,19). Él no es indiferente a nosotros. Está interesado en cada uno de nosotros, nos conoce por nuestro nombre, nos cuida y nos busca cuando lo dejamos. Cada uno de nosotros le interesa; su amor le impide ser indiferente a lo que nos sucede. Pero ocurre que cuando estamos bien y nos sentimos a gusto, nos olvidamos de los demás (algo que Dios Padre no hace jamás), no nos interesan sus problemas, ni sus sufrimientos, ni las injusticias que padecen… Entonces nuestro corazón cae en la indiferencia: yo estoy relativamente bien y a gusto, y me olvido de quienes no están bien. Esta actitud egoísta, de indiferencia, ha alcanzado hoy una dimensión mundial, hasta tal punto que podemos hablar de una globalización de la indiferencia. Se trata de un malestar que tenemos que afrontar como cristianos.
Cuando el pueblo de Dios se convierte a su amor, encuentra las respuestas a las preguntas que la historia le plantea continuamente. Uno de los desafíos más urgentes sobre los que quiero detenerme en este Mensaje es el de la globalización de la indiferencia.
La indiferencia hacia el prójimo y hacia Dios es una tentación real también para los cristianos. Por eso, necesitamos oír en cada Cuaresma el grito de los profetas que levantan su voz y nos despiertan.
Dios no es indiferente al mundo, sino que lo ama hasta el punto de dar a su Hijo por la salvación de cada hombre. En la encarnación, en la vida terrena, en la muerte y resurrección del Hijo de Dios, se abre definitivamente la puerta entre Dios y el hombre, entre el cielo y la tierra. Y la Iglesia es como la mano que tiene abierta esta puerta mediante la proclamación de la Palabra, la celebración de los sacramentos, el testimonio de la fe que actúa por la caridad (cf. Ga 5,6). Sin embargo, el mundo tiende a cerrarse en sí mismo y a cerrar la puerta a través de la cual Dios entra en el mundo y el mundo en Él. Así, la mano, que es la Iglesia, nunca debe sorprenderse si es rechazada, aplastada o herida.
El pueblo de Dios, por tanto, tiene necesidad de renovación, para no ser indiferente y para no cerrarse en sí mismo. Querría proponerles tres pasajes para meditar acerca de esta renovación.

1. «Si un miembro sufre, todos sufren con él» (1 Co 12,26) – La Iglesia

La caridad de Dios que rompe esa cerrazón mortal en sí mismos de la indiferencia, nos la ofrece la Iglesia con sus enseñanzas y, sobre todo, con su testimonio. Sin embargo, sólo se puede testimoniar lo que antes se ha experimentado. El cristiano es aquel que permite que Dios lo revista de su bondad y misericordia, que lo revista de Cristo, para llegar a ser como Él, siervo de Dios y de los hombres. Nos lo recuerda la liturgia del Jueves Santo con el rito del lavatorio de los pies. Pedro no quería que Jesús le lavase los pies, pero después entendió que Jesús no quería ser sólo un ejemplo de cómo debemos lavarnos los pies unos a otros. Este servicio sólo lo puede hacer quien antes se ha dejado lavar los pies por Cristo. Sólo éstos tienen “parte” con Él (Jn 13,8) y así pueden servir al hombre.
La Cuaresma es un tiempo propicio para dejarnos servir por Cristo y así llegar a ser como Él. Esto sucede cuando escuchamos la Palabra de Dios y cuando recibimos los sacramentos, en particular la Eucaristía. En ella nos convertimos en lo que recibimos: el cuerpo de Cristo. En él no hay lugar para la indiferencia, que tan a menudo parece tener tanto poder en nuestros corazones. Quien es de Cristo pertenece a un solo cuerpo y en Él no se es indiferente hacia los demás. «Si un miembro sufre, todos sufren con él; y si un miembro es honrado, todos se alegran con él» (1 Co 12,26).
La Iglesia es communio sanctorum porque en ella participan los santos, pero a su vez porque es comunión de cosas santas: el amor de Dios que se nos reveló en Cristo y todos sus dones. Entre éstos está también la respuesta de cuantos se dejan tocar por ese amor. En esta comunión de los santos y en esta participación en las cosas santas, nadie posee sólo para sí mismo, sino que lo que tiene es para todos. Y puesto que estamos unidos en Dios, podemos hacer algo también por quienes están lejos, por aquellos a quienes nunca podríamos llegar sólo con nuestras fuerzas, porque con ellos y por ellos rezamos a Dios para que todos nos abramos a su obra de salvación.

2. «¿Dónde está tu hermano?» (Gn 4,9) – Las parroquias y las comunidades

Lo que hemos dicho para la Iglesia universal es necesario traducirlo en la vida de las parroquias y comunidades. En estas realidades eclesiales ¿se tiene la experiencia de que formamos parte de un solo cuerpo? ¿Un cuerpo que recibe y comparte lo que Dios quiere donar? ¿Un cuerpo que conoce a sus miembros más débiles, pobres y pequeños, y se hace cargo de ellos? ¿O nos refugiamos en un amor universal que se compromete con los que están lejos en el mundo, pero olvida al Lázaro sentado delante de su propia puerta cerrada? (cf. Lc 16,19-31).
Para recibir y hacer fructificar plenamente lo que Dios nos da es preciso superar los confines de la Iglesia visible en dos direcciones.
En primer lugar, uniéndonos a la Iglesia del cielo en la oración. Cuando la Iglesia terrenal ora, se instaura una comunión de servicio y de bien mutuos que llega ante Dios. Junto con los santos, que encontraron su plenitud en Dios, formamos parte de la comunión en la cual el amor vence la indiferencia. La Iglesia del cielo no es triunfante porque ha dado la espalda a los sufrimientos del mundo y goza en solitario. Los santos ya contemplan y gozan, gracias a que, con la muerte y la resurrección de Jesús, vencieron definitivamente la indiferencia, la dureza de corazón y el odio. Hasta que esta victoria del amor no inunde todo el mundo, los santos caminan con nosotros, todavía peregrinos. Santa Teresa de Lisieux, doctora de la Iglesia, escribía convencida de que la alegría en el cielo por la victoria del amor crucificado no es plena mientras haya un solo hombre en la tierra que sufra y gima: «Cuento mucho con no permanecer inactiva en el cielo, mi deseo es seguir trabajando para la Iglesia y para las almas» (Carta254,14 julio 1897).
 También nosotros participamos de los méritos y de la alegría de los santos, así como ellos participan de nuestra lucha y nuestro deseo de paz y reconciliación. Su alegría por la victoria de Cristo resucitado es para nosotros motivo de fuerza para superar tantas formas de indiferencia y de dureza de corazón.
Por otra parte, toda comunidad cristiana está llamada a cruzar el umbral que la pone en relación con la sociedad que la rodea, con los pobres y los alejados. La Iglesia por naturaleza es misionera, no debe quedarse replegada en sí misma, sino que es enviada a todos los hombres.
Esta misión es el testimonio paciente de Aquel que quiere llevar toda la realidad y cada hombre al Padre. La misión es lo que el amor no puede callar. La Iglesia sigue a Jesucristo por el camino que la lleva a cada hombre, hasta los confines de la tierra (cf.Hch 1,8). Así podemos ver en nuestro prójimo al hermano y a la hermana por quienes Cristo murió y resucitó. Lo que hemos recibido, lo hemos recibido también para ellos. E, igualmente, lo que estos hermanos poseen es un don para la Iglesia y para toda la humanidad.
Queridos hermanos y hermanas, cuánto deseo que los lugares en los que se manifiesta la Iglesia, en particular nuestras parroquias y nuestras comunidades, lleguen a ser islas de misericordia en medio del mar de la indiferencia.


3. «Fortalezcan sus corazones» (St 5,8) – La persona creyente

También como individuos tenemos la tentación de la indiferencia. Estamos saturados de noticias e imágenes tremendas que nos narran el sufrimiento humano y, al mismo tiempo, sentimos toda nuestra incapacidad para intervenir. ¿Qué podemos hacer para no dejarnos absorber por esta espiral de horror y de impotencia?
En primer lugar, podemos orar en la comunión de la Iglesia terrenal y celestial. No olvidemos la fuerza de la oración de tantas personas. La iniciativa 24 horas para el Señor, que deseo que se celebre en toda la Iglesia —también a nivel diocesano—, en los días 13 y 14 de marzo, es expresión de esta necesidad de la oración.
En segundo lugar, podemos ayudar con gestos de caridad, llegando tanto a las personas cercanas como a las lejanas, gracias a los numerosos organismos de caridad de la Iglesia. La Cuaresma es un tiempo propicio para mostrar interés por el otro, con un signo concreto, aunque sea pequeño, de nuestra participación en la misma humanidad.
Y, en tercer lugar, el sufrimiento del otro constituye un llamado a la conversión, porque la necesidad del hermano me recuerda la fragilidad de mi vida, mi dependencia de Dios y de los hermanos. Si pedimos humildemente la gracia de Dios y aceptamos los límites de nuestras posibilidades, confiaremos en las infinitas posibilidades que nos reserva el amor de Dios. Y podremos resistir a la tentación diabólica que nos hace creer que nosotros solos podemos salvar al mundo y a nosotros mismos.
Para superar la indiferencia y nuestras pretensiones de omnipotencia, quiero pedir a todos que este tiempo de Cuaresma se viva como un camino de formación del corazón, como dijo Benedicto XVI (Ct. enc. Deus caritas est, 31). Tener un corazón misericordioso no significa tener un corazón débil. Quien desea ser misericordioso necesita un corazón fuerte, firme, cerrado al tentador, pero abierto a Dios. Un corazón que se deje impregnar por el Espíritu y guiar por los caminos del amor que nos llevan a los hermanos y hermanas. En definitiva, un corazón pobre, que conoce sus propias pobrezas y lo da todo por el otro.
Por esto, queridos hermanos y hermanas, deseo orar con ustedes a Cristo en esta Cuaresma: “Fac cor nostrum secundum Cor tuum”: “Haz nuestro corazón semejante al tuyo” (Súplica de las Letanías al Sagrado Corazón de Jesús). De ese modo tendremos un corazón fuerte y misericordioso, vigilante y generoso, que no se deje encerrar en sí mismo y no caiga en el vértigo de la globalización de la indiferencia.
Con este deseo, aseguro mi oración para que todo creyente y toda comunidad eclesial recorra provechosamente el itinerario cuaresmal, y les pido que recen por mí. Que el Señor los bendiga y la Virgen los guarde.
Vaticano, 4 de octubre de 2014
Fiesta de san Francisco de Asís

jueves, 8 de enero de 2015

INICIO DE LA EXPERIENCIA DEL NOVICIADO

El pasado 12 de Diciembre dia en que celebramos a Nuestra Señora La Inmaculada Virgen de Guadalupe dieron inicio a la experiencia del Noviciado diez hermanos nuestros, ocho de ellos colombianos, uno nicaragûense y otro costarricense. Nuestra Custodia Provincial San Francisco de Asís de Colombia y en general toda la Orden de Los Hemanos Menores Conventuales se congratula con este paso que dieron estos jovenes y los anima a seguir este proyecto de Dios para sus vidas, de cofigurarse a Cristo al estilo de Francisco de Asís. En una ceremonia privada presidida por Nuestro Custodio Provincial Fr. Jhon Jairo Molina, empezaron estos hermanos este año de probación como diria Nuestro Serafico Padre Francisco. 







Hermanos de Nicaragua y Costa Rica.


SOLEMNIDAD DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE MARÍA

Los Franciscanos Conventuales de Colombia celebramos junto con toda la Iglesia Universal esta gran fiesta de María, la Toda Pura, la sin mancha de pecado original, es decir la sin macula.
La celebracion empezó con las Primeras Vísperas de la Solemnidad en la que se le dio a La Inmaculada, una serenata cantando el Akathistos, himno de tradicion Ortodoxa donde es exaltada la Madre de Dios de manera sublime, y por otra parte estuvo el lucernario que se hizo en la zona verde del convento justo donde esta la Imagen de María Inmaculada aprovechando que era la bendicion de la imagen.
El dia 8 la Misa Solemne fue presidida por Fr. Sidifredo de La Cruz, Eucaristia a la que asisitieron allegados de Nuestro Convento San Maximiliano y vecinos por ser dia de precepto, se celebro a las 10:00 de la mañana.
Ademas de esto la Solemnidad se vio engalanada por la consagracion que hicieron un poco mas de 30 personas a La Virgen Inmaculada en la Milicia de La Inmaculada, fundada por San Maximiliano María Kolbe.
A continuacion algunas imagenes.
 Serenata y Lucernario





Eucaristia Solemne y Consagración.



 Nuevos Milites de La Inmaculada.