“Reparemos todos los hermanos en el buen Pastor, que por salvar a sus ovejas
soportó la pasión de la cruz. Las ovejas del Señor le siguieron en la tribulación y la persecución, en el sonrojo y el hambre, en la debilidad y la tentación, y en todo lo demás; y por ello recibieron del Señor la vida sempiterna. Por eso es grandemente vergonzoso para nosotros los siervos de Dios que los santos hicieron las obras, y nosotros, con narrarlas, queremos recibir gloria y honor.” San Francisco de Asís (Adm. 6)
Maximiliano María Kolbe, fue sin duda alguna, una oveja que siguió a su pastor en la persecución, en el sonrojo y el hambre, en la debilidad y la tentación, y en todo lo demás; y por ello ha recibido del Señor la vida sempiterna. En otras palabras, fue un verdadero discípulo de Cristo.
Hablar de los santos hoy, es ponerse en la tarea de entrever lo que verdaderamente hay detrás de sus vidas, porque se puede caer en el error de atribuirle a ellos, la obra que únicamente puede ser del Espíritu Santo. Por tanto, si comprendemos que quien santifica es Dios y no los hombres, entonces podremos comenzar a procurar descubrir que Dios actúa también en cada uno de nosotros, porque Él nos ama y nos bendice con un don precioso: su Gracia.
En mi experiencia como acompañante espiritual de la Milicia de la Inmaculada, he podido constatar como Dios nos sigue hablando a nosotros, sus hijos, en nuestro propio lenguaje, y a través de personas comunes y corrientes, que desde su ser mismo, han sido capaces de tener a Dios en su corazón como la única prioridad en sus vidas; este es el caso de san Maximiliano Kolbe, quien con su profunda experiencia de auténtica vida cristiana y franciscana, habla continuamente a los miembros de su asociación de fieles católicos M.I, y también a todos nosotros que nos decimos cristianos, animándonos a continuar trabajando por la salvación de los hombres y mujeres de hoy, partiendo de un serio compromiso personal frente al propio camino de conversión, esto no es una cosa distinta a la de ser hombres y mujeres evangelizados, pues solamente desde allí, podremos ser evangelizadores.
Ahora bien, el padre Kolbe nos ha dejado una tarea muy importante frente al compromiso evangelizador: tener un corazón limpio y dispuesto a obedecer la voluntad de Dios como deber vital de todo cristiano; frente a esto último, María, nuestra Madre Inmaculada, es modelo perfecto, y Maximiliano así lo entendió y lo vivió. Pero no basta con la buena voluntad, es necesario aprender a leer los signos de los tiempos, como bien nos lo ha recordado el Concilio Vaticano II en la Gaudium et Spes, y por tal razón este santo conventual nos recuerda que es prioritario echar mano de las herramientas actuales como: los medios de comunicación (TV, Radio, Internet), las artes como: la música, la pintura, el teatro, y también la capacidad de vincular las profesiones de cada uno al proyecto evangelizador, de esa forma el mismo trabajo o estudio, es una campo magnífico para hablar de Dios.
Para concluir con este pequeño artículo sobre el padre Kolbe, diré que, este hombre entendió a la perfección lo que quiere decir, vivir en el espíritu, porque experimentó en lo profundo de su corazón el Amor primero de Dios, y así lo escribe en una de sus cartas:
¿Quién hubiera osado suponer que tú, oh, Dios infinito, eterno, me amaste desde los siglos, y hasta antes de los siglos? Porque me amas desde el momento que existes como Dios: ¡Me amaste entonces, y me amarás siempre! ... ¡Cuando todavía no existía, ya me ambas, oh Dios de bondad, me has llamado de la nada a la existencia! … (…) 1.
Por lo mismo comprendió que no existe un mediador entre Dios y los hombres distinto de Cristo Jesús el Señor, porque si es Dios quien toma la iniciativa en el diálogo (la oración), y Cristo es la Palabra del Padre, Él únicamente es capaz de comunicarnos a Dios y de comunicarle a Él nuestras palabras. Por eso dice Kolbe en otro apartado: ¡Oh Dios de amor, me has rescatado de manera terrible, pero magnánima! 2 … Cristo nos conoce profundamente, y aún así, quiso rescatarnos porque somos también por Él, hijos adoptivos de Dios.
Pero la posibilidad de llegar a una relación íntima con Cristo sólo es posible gracias a la acción del Espíritu Santo. También esto lo tenía claro Maximiliano, y da cuenta de ello cuando escribe que: “El Espíritu Santo, concede sin cesar a cada uno buenas inspiraciones” y a propósito de dicha inspiración afirma: “es una gracia que hay que rodear de mucha solicitud, porque suele ser discreta y frágil. Si nuestro corazón está distraído, no demora mucho en retirarse; más, a medida que le dedicamos nuestra atención, da muchos frutos.”3
Fruto del Espíritu Santo es el encuentro del padre Kolbe con María. Esta experiencia inspiradora, se ve reflejada en sus escritos, en los cuales se puede leer lo siguiente: “Sólo el Espíritu puede hacer conocer a su esposa, a quien quiera y como quiera”, y en otra parte también alude al vínculo estrecho entre María y el Espíritu Santo diciendo: La unión entre el Espíritu Santo y la Inmaculada es tan estrecha que el Espíritu Santo, que ha penetrado en las profundidades del alma de la Inmaculada, no ejerce ningún influjo sobre las almas, si no es por su mediación. (SK 1224, P. 2149). 4
La experiencia del Padre Kolbe con María es esencialmente pneumatológica, María es lo que es por el Espíritu Santo, a quien ella supo escuchar, acoger, meditar y finalmente reflejar en su vida ante los ojos del mundo el obrar de Dios a través de los hombres y mujeres, siempre y cuando éstos estén dispuestos a la acción de su Santo Espíritu. María Inmaculada, esposa del Espíritu Santo, por su relación íntima y profunda con Dios, nos muestra claramente el camino que conduce al encuentro con el Bien, el sumo Bien el Bien total, el Amor mismo, el sentido primigenio y último de todo lo viviente.
Que sea pues nuestro Padre Celestial, quien a través de su Hijo Jesucristo nuestro Señor, y por la gracia del Espíritu Santo, nos lleve a vivir siempre buscando los bienes espirituales, asumiendo siempre el reto de llevar a muchos corazones el mensaje salvífico de su Evangelio, teniendo siempre presente a la Virgen María como ejemplo supremo de virtudes y a san Maximiliano como aquel que supo dejar actuar a Dios en su vida y hacer las obras, a través de Ella.
Hno. Daniel Andrés Bohórquez Galvis Ofm Conv.
Notas:
1. Louvencourt, Jean – François. San Maximiliano Kolbe amigo y doctor de la oración. (Roma, Centro Internacional “Milicia de la Inmaculada”, 1998.). Primera edición en español: 2001. P. 22.
2. Ibíd. P. 23.
3. Ibíd. P. 24.
4. Ibíd. P. 25
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