lunes, 8 de diciembre de 2014

EREMITORIO 2014


En días pasados, la fraternidad del Postulantado en compañía de su Guardián, realizaron, en un lugar a las afueras de Medellin, la experiencia de Eremitorio Franciscano, tratando de vivir la regla para dichos lugares compuesta por Nuestro Seráfico Padre San Francisco; hay que decir que ya en sus tiempos existían personas que se apartaban a vivir de esta manera, y lo mejor era que no dejaban de ser Menores, es por eso que San Francisco de Asís  se vio en la necesidad de redactar una regla para estas personas que decidían llevar una vida de soledad y Oración, por supuesto sin faltar el tinte franciscano.






La Regla compuesta por San Francisco es sumamente Corta, como se vera a continuación: 

1Aquellos que quieren vivir como religiosos en los eremitorios, 
 sean tres hermanos o cuatro a lo más; dos de ellos sean madres, 
y tengan dos hijos o uno por lo menos. 2Los dos que son madres 
lleven la vida de Marta, y los dos hijos lleven la vida de María 
(cf. Lc 10,38-42); y tengan un cercado en el que cada uno tenga
 su celdilla, en la cual ore y duerma. 3Y digan siempre las completas
 del día inmediatamente después de la puesta del sol; y esfuércense
 por mantener el silencio; y digan sus horas; y levántense a maitines
 y busquen primeramente el reino de Dios y su justicia (Mt 6,33).
 4Y digan prima a la hora que conviene, y después de tercia se concluye
 el silencio; y pueden hablar e ir a sus madres. 5Y cuando les plazca,
 pueden pedirles limosna a ellas como pobres pequeñuelos por amor
 del Señor Dios. 6Y después digan sexta y nona; y digan vísperas a la
 hora que conviene. 7Y en el cercado donde moran, no permitan entrar
 a persona alguna, ni coman allí. 8Los hermanos que son madres 
esfuércense por permanecer lejos de toda persona; y por obediencia a 
su ministro guarden a sus hijos de toda persona, para que nadie pueda 
hablar con ellos. 9Y los hijos no hablen con persona alguna, sino con 
sus madres y con su ministro y su custodio, cuando a éstos les plazca 
visitarlos con la bendición del Señor Dios. 10Y los hijos asuman de 
vez en cuando el oficio de madres, alternativamente, por el tiempo 
que les hubiera parecido conveniente establecer, para que solícita
y esforzadamente se esfuercen en guardar todo lo sobredicho.
                                                                                                         





Lo que se trata de vivir en una experiencia como estas es el redescubrir las raíces franciscanas, es decir, vivir como vivieron los primeros hermanos de San Francisco, aún más vivir como el vivió, para asemejarnos a ese estilo de vida, se busca un lugar apropiado donde se viva con ciertas limitaciones; sacando por completo a quien lo vive de sus comodidades, "saliendose del siglo" en palabras de Nuestro Seráfico Padre San Francisco; y como valor agregado y más importante un encuentro más profundo con Dios, el Sumo y Eterno Bien, con los Hermanos y con la naturaleza, propiciando espacios de Oración y Meditación de Las Sagradas Escrituras.  






                                   
 El Eremitorio Franciscano también profundiza en dos aspectos en los que se fundamenta nuestra Espiritualidad, legada por el Pobrecillo de Asís a sus hijos: Greccio y La Verna, es en términos franciscanos el Nacimiento o la Natividad del Señor y, La Cruxificcion y Muerte de Jesucristo.  









                                         












miércoles, 19 de marzo de 2014

POSTULANTADO 2014


El día de 19 de marzo de 2014, solemnidad de San José, se ha dado inicio de forma oficial al Postulantado en la Custodia Provincial San Francisco de Asís de Colombia. Han comenzado el camino formativo ocho jóvenes entre los diecisiete y veintitrés años de edad, de distintas regiones del país. 

En la Eucaristía presidida por Fr. Jhon Jairo Molina, custodio provincial, se ha dado la bienvenida oficial a los hermanos y se les ha impuesto la Tau. Se da inicio así, a la experiencia de dos años de Postulantado en el Seminario San Maximiliano Kolbe.

Pre-novicios 2014

fraternidad de formandos 2014 con su maestro

martes, 30 de abril de 2013

SANTA LAURA MONTOYA, primera santa colombiana.

El 26 de mayo de 1874 en el noroeste de Antioquia, municipio de Jericó, nació LAURA MONTOYA UPEGUI, hija de Juan de la Cruz Montoya y Dolores Upegui. Su nombre fue escogido a suerte por el sacerdote que la bautizó pocas horas después de su nacimiento. “Abriendo el martirologio, eligió el primer nombre que se le presentó. Me nombraron Laura. Cuando conocí que tal nombre se deriva de laurel que significa inmortalidad lo he amado, porque traduce aquella palabra: con caridad perpetua te amé*.”
Hija de un tiempo difícil en nuestro país, marcado por las guerras entre liberales y conservadores, violencia que dividía familias y pueblos completos, tiñendo nuestra tierra con la sangre del fratricidio inclemente que ha herido a Colombia y, se perpetúa con matices diferentes pero igual de dañino y doloroso que siempre.
Pasó una dura niñez, perdió a su padre a la edad de dos años, su madre y dos hermanos (Cermelita y Juan de la Cruz), comenzaron a pasar necesidades y continuos éxodos para sobrevivir “la atmósfera de pobreza, rayana en miseria, a que quedamos reducidas por el saqueo que siguió a la muerte de mi padre y derrota de las fuerzas conservadoras, me marchitaron, arrancando de mi alma de niña, las risas y el primer asomo de alegría que comenzaba a despuntar fértil y hasta exagerado.” El color de su piel tampoco le favoreció mucho, pues preferían a su hermana por ser de tez blanca.
Con todo, Laura descubre al leer su propia historia, cómo la mano de Dios siempre estuvo con ella. “¡Dios mío! Sin duda me sostenías sin que yo te sintiera, pues de lo contrario mi organismo hubiera sucumbido”. A la edad de siete años, descubre la presencia de Dios a partir de la observación de su obra creada. Se describe a sí misma como “observadora de la naturaleza”, un hecho trascendente para ella al que llama “el golpe del hormiguero” suscitó una nueva forma de ver la vida: un día mientras se entretenía con un hormiguero, viendo el trabajo de las hormigas y jugando un poco con ellas “¡fui como herida por un rayo, yo no sé decir más! Aquel rayo fue un conocimiento de Dios y de sus grandezas, tan hondo, tan magnifico, tan amoroso, que hoy después de tanto estudiar y aprender, no se más de Dios que lo que supe entonces. ¿Cómo fue esto? ¡Imposible decirlo! Supe que había Dios, como lo sé ahora y mucho más intensamente; no sé decir más.”
Profundamente marcó la vida de Lura este suceso, tan simple por cierto, que se refiere a él como un momento coyuntural en su vida: “Desde entonces, me lancé a ÉL, era precisamente lo que buscaba, lo que mi alma echaba de menos. Mis lágrimas por no verlo eran amargas… pero lo tenía. Hoy todavía siento deseos de gritar al recuerdo de esto y me estremezco”. Su vida estará siempre marcada por el dolor, al que descubre como dulce, vale decir, aunque ilógico se escuche, un dolor indoloro.
Deseosa de ayudar a su madre en el sostenimiento del hogar, estudia en una escuela normal con el fin de hacerse maestra y con el sueldo solventar algunos gastos básicos. Muy joven comienza a ejercer como maestra en la normal de Amalfi (1894), su preocupación desde siempre como doscente católica, fue inculcar el amor a Dios en sus alumnas. “mi estreno en el magisterio fue casi un desastre porque no conocía la manera de manejar las gentes y creía que todos ardían en el deseo sincero de amar a Dios, haciendo de esto el único objeto de su vida, como lo era para mí. Me empeñé en hacer de mis discípulas unas amantes locas de Dios. ¡Pobre de mí, cuantos chascos había de pasar!”
Su servicio en el magisterio de Antioquia es sin duda muy significativo, llegó a ser maestra estatal en varios municipios logrando gran prestigio, acudían a sus cuidados niñas de la alta sociedad medellinense y antioqueña. Fundó con una prima el colegio La Inmaculada en Medellín, de reconocido renombre en la ciudad y el país. También tuvo muchos contradictores, por lo cual no faltaron críticas y calumnias que la llevaron al desprestigio social, cosa que nunca alteró su radical fe, por el contrario fortaleció su carácter para la obra que el Señor le tenía preparada.  En estos momentos difíciles de su historia compone su famosa obra “Carta abierta”  escrita por orden del Vicario General de la arquidiócesis, con el fin de defender la educación católica de los ataques que le hacían en la novela “hija espiritual” del doctor Alfonso Castro.
Toda su vida estuvo marcada por la absoluta obediencia a la Iglesia, se sometía minuciosamente a las órdenes de sus confesores y directores espirituales, viendo en sus consejos la voluntad del mismo Dios. Por mucho tiempo sufrió, puesto que ningún sacerdote se quería hacer cargo de su dirección por la altura de su espiritualidad, le llegaron a recomendar: “Dígale resueltamente a Dios: ya que no me hiciste nacer en tiempo de San Francisco de Sales, hazme nacer ahora un San Francisco de Sales porque lo necesito”. Deseó con todo el corazón hacerse monja carmelita, cuyo propósito persiguió por muchos años pues deseaba morir arrobada de amor en una celda del Carmelo, cosa  que no estaba en los planes del Divino Señor que haría de ella la más insigne de las misioneras de los indios y campesinos.
Sin pretensión alguna de fundar una nueva comunidad, descubrió el descuido de las almas de los indios incivilizados y se esforzó por llevarles el Evangelio como maestra de indios en el occidente de Antioquia. Contó con el apoyo decidido de monseñor Maximiliano Crespo, obispo de Santafé de Antioquia, a quien siempre consideró como padre de la congregación. La obra misionera comenzó como un pequeño grupo de maestras deseosas de llevar la fe a los infieles, pero fue tomando la forma de congregación con el paso de los días.
Antes que religiosas fueron misioneras, “habíamos renunciado a todo, absolutamente a todo lo que según las leyes de la más acendrada perfección se puede renunciar, por conseguir la salvación de esas pobres almas. Casi todas habíamos sentido atractivo por la vida religiosa y habíamos renunciado a ella por buscar y salvar a los indígenas, y esto lo habíamos hecho con abandono total de nuestro porvenir. Si después por voluntad expresa de los superiores, fuimos religiosas, nos vino muy bien. Pero fue generosidad exuberante de Dios, quien nos recibió el sacrificio y luego nos dio, con las almas que buscábamos, la vida religiosa como corona de fortaleza para que no desmayáramos. Esta gracia reforzó el espíritu de apostolado y dio estabilidad a la obra.”
La obra de Dios con los indios se fue forjando en tierras colombianas por la mano delicada de la robusta Laura Montoya, la paisa intrépida que amó a Dios sobre todas las cosas y por cuyo amor sentía un profundo dolor de saber perdidas las almas de los indios. Con el Evangelio llevaba Laura y sus misioneras a los salvajes, el conocimiento de Dios su padre, de su dignidad y derechos.  Los métodos usados en la evangelización lograron que una mujer alcanzara lo que la espada conquistadora malogró, al querer imponer con sangre la Cruz de Cristo, confinando a los salvajes al miedo y desprecio de un Dios que les trajo a sus verdugos para matarlos. La sencillez y respeto a la cultura de los indios logró hacer que el Evangelio brillará con fuerza en las selvas colombianas y del mundo.  
La Madre Laura, nos ha enseñado con su testimonio y escritos que el Evangelio lejos de alienar las culturas las embellece como la miel a las piedras preciosas y hace que la humanidad se revista de su total dignidad: “para vestir a los indios es necesario civilizarlos y para civilizarlos es necesario arrancarles casi el corazón con todos sus afectos a raza, antepasados y tradiciones… Ellos, a través de los años, han dado el espectáculo de preferir cuevas, la miseria y la vida de las fieras, a ceder en lo de sus tradiciones, usos y costumbres, ¡cuando se les quiere imponer a la fuerza! Por eso se han destruido a fuerza de intemperie y miseria, por no perder su independencia y sus tradiciones. Es que eso es muy humano y los que pretenden arrancarles estas cosas a la fuerza, sobre crueles son irracionales… ellos no eran fieras cuando vino la raza blanca a América; los volvieron fieras los tratamientos irracionales de muchos ignorantes que no entendían el modo de ser del corazón humano, por eso el único medio de llevar los infieles a Dios es la caridad y la delicadeza”.
La obra de la Madre Laura fue autorizada oficialmente por la Iglesia en 1916, el primero de enero de 1917 realizó la profesión religiosa en la comunidad que el Señor mismo le fue inspirando, las Misioneras de la Inmaculada y Santa Catalina de Siena. Murió santamente el 21 de octubre de 1941 a la edad de 75 años.
La Madre Laura es testimonio grandioso para el pueblo colombiano y la Iglesia universal. Algunas de sus obras: Historia de las misericordias de Dios en un alma (autobiografía), Aventura de Dabeiba, Voces místicas de la naturaleza, manojitos de mirra, Lampos de luz; son legado precioso que bien merece ser conocido y difundido. Laura Montoya en Colombia como Teresa de Jesús en España se eleva como estandarte para mostrar a la humanidad la misericordia sin límites de Dios, que se muestra al mundo en el temple de unas mujeres que contra hostilidades violentas salieron triunfantes por gracias de Dios. Fr. Sidifredo + OFMConv.
* Lo que se encuentra en comillas ha sido tomado de la Autobiografía de la Madre Laura Montoya, publicada en 2011 por la editorial Testimonio.

viernes, 5 de abril de 2013

POSTULANTADO SAN JOSÉ DE CUPERTINO, CONVENTO DE LA INMACULADA, BOGOTÁ 2013

El pasado 19 de marzo, solemnidad de San José, han realizado el paso oficial a la etapa del Postulantado nueve hermanos de distintas partes del país, quienes deseosos de seguir al Señor en la Vida Franciscana, comienzan a experimentar la fraternidad conventual y, se disponen para emprender el itinerario formativo que se prolongará durante cada uno de los días que el Señor les conceda vivir en la Orden de Hermanos Menores.
Al venir a la Orden de los Hermanos Menores Conventuales, los candidatos a la Vida Consagrada asumen el proyecto de sencillez del Hermano de todos, Francisco de Asís. Se viene a la escuela de Cristo pobre y crucificado para aprender la humildad, el libro en el que se aprende es la Santa Cruz.
Capilla de La Inmaculada y San José de Cupertino. (Aquí se venera la reliquia del santo)
 La vida franciscana ha sido para la Iglesia a lo largo de ocho siglos una escuela de santidad. En la actualidad, presente en los cinco continentes, sigue siendo para el mundo, testimonio de vida evangélica al servicio de las diversas necesidades de la humanidad.
Equipo de formadores. (Fr. Sidifredo, Fr. Jair -Guardián y rector y Fr. Otoniel.)
 Al decidirse por este estilo de seguimiento, se opta por configurar la vida con la de Cristo. El camino franciscano ofrece con su carisma y espiritualidad la oportunidad de realizar el plan de Dios en la persona y, de cooperar en la transformación del mundo.
Con gran alegría muchos emprenden este camino, pero con el paso de los días descubren que sus fuerzas no son suficientes, la estructura humana aveces tan fragmentada requiere espacios diferentes a la vida en un convento o casa de formación, por lo cual se sugiere a algunos realizar su seguimiento en otro estilo de vida. Muchos también con la ayuda de los formadores y las múltiples herramientas formativas, descubren su verdadera vocación y con alegría regresan a la vida seglar, dando allí testimonio de la riqueza franciscana.  
El camino franciscano está disponible para todos aquellos, que con radical decisión quieren realizar el itinerario de su alma a Dios, viviendo el Evangelio en fraternidad, pobreza, minoridad, en plena obediencia a la Santa Madre Iglesia Católica. 

lunes, 11 de febrero de 2013

EL SANTO PADRE RENUNCIA
Hoy hemos conocido el anuncio del Santo Padre Benedicto XVI de renunciar a la Sede de Pedro, miles en el mundo comentarán el hecho, yo un pobre sacerdote, solo quiero elevar mi acción de gracias al Señor.
La Iglesia de Dios llamada a la Santidad de vida, a lo largo de la Historia en medio de diversas dificultades ha salido siempre  triunfante. Sabemos bien que la Barca es del Señor, quien es el Sumo Pontífice, por supuesto es gracias a esto que los poderes del infierno no triunfarán. "Yo soy un humilde siervo de la Viña del Señor", con estas palabras  inició su pontificado Benedicto XVI, ahora el humilde siervo reconoce que su trabajo requiere fuerzas que a él van faltando y en coherencia con lo que dijo al comenzar, en un acto de humildad renuncia. Pronto se eligirá otro Papa, la tarea del Católico autentico es agradecer y orar para que sea Dios quien siga guiando nuestra Igleisa.

En la renuncia del Santo Padre, solo veo el deseo de glorificar al Señor, no comparo su acto generoso con ningún otro Papa, solo bendigo a Dios, pues por un Humilde siervo nos ha enseñado mucho. Gracias Señor por la vida y ministerio del Sabio Papa Benedicto XVI. Fr. Sidi
 
 

GRACIAS POR 8 AÑOS DE UN PONTIFICADO LLENO DE LUZ EN MEDIO DE MUCHAS DIFICULTADES.

sábado, 8 de diciembre de 2012

QUE NUESTRA FRAGILIDAD HUMANA NO OPAQUE EL ROSTRO DE CRISTO

El pasado primero de diciembre, en la Catedral Nuestra Señora de las Mercedes de Caldas, Antioquia, fueron ordenados como sacerdotes por imposición de manos y oración consecratoria de Monseñor Fidel León Cadavid Marín, Obispo de Sonsón-Rionegro; los Hermanos Fr. Edisom Guarnizo Trujillo, Fr. John Fredy Marín Rengifo y Fr. Rubén Darío González Ríos.
Hemos contado con la compañía del ministro provincial Fr. Joaquín Agesta, la del custodio provincial de Colombia Fr. Rafael Garavito, la mayoría de los profesos solemnes de nuestra custodia provincial, varios sacerdotes de distintas comunidades religiosas y del clero diocesano y un nutrido grupo de fieles.
Apartes de la homilía de Monseñor Fidel:
 
Celebramos la acción sorprendente de Dios que hoy deposita el don del sacerdocio sobre la vida y persona de Edisóm, John Fredy y Rubén Darío. Nos unimos a los sentimientos de emosión y de alegría de ellos, de sus familiares y de los Franciscanos Menores Conventuales, Orden a la cual pertenecen.
El gran protagonista de esta celebración  es Dios. Solamente Dios llama - y, llama a cada uno personalmente. Toma la iniciativa para llamar a los que necesita para llevar a delante su plan. Soberanamente Dios elige profetas y sacerdotes, que hablen y actúen en su nombre, para bien de su pueblo. Esta experiencia es tan profunda que abarca desde el inicio de la existencia: "Antes de formarte en el vientre te escogí" y por lo tanto determina toda la vida de la persona. Estamos desde siempre en la mente y el corazón de Dios.
Toda vocación es iniciativa misteriosa e inefable del Señor, que toca la vida de una persona, a la que conoce, ama, llama para sí, entabla con ella una gran amistad, lo consagra y lo envía. San Pablo lo interpreta como acción de la misericordia divina: "Encargados de este ministerio por misericordia de Dios". La grandeza de ser llamados al sacerdocio no radica en merecimientos humanos, sino en el hecho de que Dios piense en nosotros, que Dios se fije en nosotros, que Dios confie en nosotros... Eso pone en evidencia la iniciativa de Dios, su gracia y su amor. Jamás podríamos, pues, gloriarnos de nosotros mismos.
 
En la ordenación el Espíritu Santo consagra a Edisom, a John Fredy y a Rubén Darío como sacerdotes, los toma de entre los hombres, de entre comunidades concretas como Ituango, Tarqui y Caldas y, los transforma de una manera radical que los convierte en Cristo mismo, en su imagen viva y los capacita para ser "dispensadores de los misterios de Dios". Ustedes, desde este día de su ordenación van a ser "prolongación de la presencia de Cristo", único y supremo pastor, y van a ser "transparencia suya" en medio del rebaño que se les encomienda.
San Francisco sabía muy bien que un sacerdote es otro Cristo, por eso tenia una devoción especial por ellos y los consideraba sus "señores", porque en ellos veía únicamente al "Hijo de Dios". El pueblo creyente sabe que en el sacerdote está la presencia del mismo Señor Jesucristo... En la ordenación un sacerdote se indentifica con Cristo, sobre todo en "dar la vida" ... debe ofrecer su cuerpo como sacrificio viviente, santo y agradable a Dios (cf. Rm 12, 1-2). Su vida es una vida donada, entregada, derramada, como la de Jesús. El que no entrega la vida no puede dar vida.
 
Edisóm, John Fredy y Rubén Darío: acepten la gracia que Dios les da y la responsabilidad que pone sobre sus hombros y sobre su corazón de pastores. Valoren lo primero como un gran tesoro, pues es Dios y su obra de salvación y sean conscientes que son "Vasijas de barro". "El Señor puso el sello sacramental de su presencia sobre la debilidad humana" (Juan Pablo II); que esa fragilidad humana no opaque el rostro de Cristo, sino que los haga conscientes "que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no de ustedes" ... + Fidel León Cadavid Marín (Obispo Sonsón - Rionegro)

viernes, 9 de noviembre de 2012

ORDENACIÓN PRESBITERAL Fr. EDISOM GUARNIZO, Fr. RUBÉN DARÍO GONZÁLES Y Fr. JOHN F. MARÍN


(Foto: Fr. Edisom, Fr. Rubén y Fr. John)
El Señor llama a todos sus hijos a la perfección en el amor; la plenitud humana se alcanza en la medida en que se acepta éste proyecto. El lugar dónde realizar la vocación a la que somos llamados lo escogemos nosotros desde la libertad absoluta que nos ha dado el Creador mismo.
  
La Vocación sacerdotal y religiosa, es un don maravilloso de Dios, que se ha de asumir con el ánimo firme de santificar la vida en bien de los hermanos y hermanas del mundo. Los que elegimos el seguimiento de Cristo, en la vida sacerdotal, somos hombres llenos de limitaciones, con la fe puesta en Jesucristo Pastor supremo, único que puede hacer que nuestra vocación sea fecunda.
 
El ministerio del presbiterado lejos de apartarnos del mundo, nos manda a él, para ser la prolongación del amor entregado de Dios a la humanidad, "No tepido que los saques del mundo, sino que los libres del maligno" (Jn. 17,15) . El Sacerdote es un siervo del Señor, no somos los únicos siervos, como se ha dicho al inicio, Él llama, el lugar lo escoge cada uno, así pues, todo el que asume con responsabilidad el proyecto de la Vida Cristiana, se santifica y halla la plenitud de su condición humana en el servicio a Dios y a los hermanos.
 
Este ministerio al que se llega luego de un largo proceso de formación espiritual, académica, pastoral y humana, no exento de dificultades y dudas, de muchas y variadas tentaciones, requiere ser animado día a día con la oración ferviente y perseverante del ministro mismo y de todos los creyentes en favor suyo. La vocación sacerdotal debe ser protegida por la Iglesia entera, si bien, todos somos sacerdotes por nuestro bautismo, los hombres encargardos de administrar los sacratísimos misterios, necesitan del apoyo, oración y corrección caritativa de todos los miembros del Cuerpo de Cristo.
 
Con gran gozo, celebramos la Ordenación presbiteral de nuestros hermanos Fr. Rubén Darío González Ríos, Fr. Edisom Guarnizo Trujillo y Fr. John Fredy Marín Rengifo. La Orden de los Hermanos Menores Conventuales, Custodia provincial San Francisco de Asís de Colombia y la Iglesia entera se llena de alegría por nuestros hermanos. Juntos deseamos caminar asidos firmemente a la mano del Señor para servir con humildad a su Pueblo Santo. 

jueves, 27 de septiembre de 2012

RASGOS CARACTERÍSTICOS DE LA ORACIÓN FRANCISCANA

Al tratar de reflexionar sobre el modo de orar propio en el camino franciscano, surge la duda, si en realidad este carisma tiene algo que aportar al modo de orar de la Iglesia. A primera vista, se suele pensar que sólo movimientos como el carmelitano, benedictino, ignaciano, afamados por su especificidad, hacen un significativo aporte al modo de orar de la Iglesia, sin embargo, el pequeño y simple Francisco de Asís con su experiencia y enseñanzas marcó un camino de oración cargado de un profundo sentido evangélico, que abre nuevos horizontes en el modo de vivir la espiritualidad cristiana.
A continuación trataremos algunos de los puntos más significativos de la oración Franciscana:



En primer lugar debemos destacar el profundo carácter afectivo de la oración en la Orden de los Menores. En contraste con lo que enseñaban los maestros del monacato en occidente, para quienes el objetivo máximo en el itinerario espiritual era llegar a la impasibilidad de los sentidos, el camino iniciado por el pobrecillo de Asís, implicaba un redescubrimiento de los deseos y afectos del hombre, pero no de cualquier modo ni dirigidos hacia cualquier cosa, sino purificados por la penitencia y encaminados hacia Dios. Un ejemplo que nos ilustra lo que significa el carácter afectivo de la oración franciscana es el popular icono del “abrazo”, en donde aparece Francisco recibiendo entre sus brazos a Jesús, y en la que se nos muestra que la relación que se debe entablar con Él no es tanto la del maestro-discípulo o señor-siervo, sino la relación de hermano, Esposo y Madre.



El segundo aspecto que destacamos es el de la contemplación. Francisco no sólo amaba tiernamente al Señor, sino que deseaba verle. Este deseo lo vemos claramente expresado en la oración ante el crucifijo de San Damián, pero con mayor nitidez en la Navidad en Greccio, cuando hace la primera representación del pesebre. El Verbo que se “hace carne” y que tan hondamente se gravó en el alma de Francisco, requiere para ser conocido categorías corpóreas y es la vista la más útil para este fin. Así la contemplación del Verbo nace del contacto físico y trasciende hasta lo más profundo del ser. La relación con Jesús no es ya sólo cuestión de meditaciones ni de elucubraciones mentales, sino de encuentro vital, de relación cotidiana, humana.

Por último, el camino de oración franciscano, debe llevar a la pacificación del corazón del hombre. El encuentro con Jesucristo pobre y manso, debe conducir al hermano al descubrimiento del amor compasivo de Dios, que armoniza todas las guerras que puedan existir en el interior de su corazón y que provocan violencia en su entorno. Por esa razón, Francisco decía a sus hermanos que cuando fuesen por el mundo no litigasen, ni contendiesen de palabra, ni juzgasen a otros; sino que fuesen apacibles, pacíficos y mesurados, mansos y humildes (Regla B. 3).

Siendo consientes de que la única forma de ser auténticos franciscanos es teniendo la misma experiencia espiritual que tuvo Francisco, animémonos a seguir sus huellas, amando con la totalidad de nuestros afectos al Señor, contemplándole constantemente y siendo en medio del mundo instrumentos de la paz que sólo Él nos da. (Enviado por un Lector anónimo de nuestro blog.)

sábado, 14 de mayo de 2011

MENSAJE DEL PAPA PARA LA JORNADA DE ORACIÓN POR LAS VOCACIONES

Queridos hermanos y hermanas

La XLVIII Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones que se celebrará el 15 de mayo de 2011, cuarto Domingo de Pascua, nos invita a reflexionar sobre el tema: Proponer las vocaciones en la Iglesia local. Hace setenta años, el Venerable Pío XII instituyó la Obra Pontificia para las Vocaciones Sacerdotales. A continuación, animadas por sacerdotes y laicos, obras semejantes fueron fundadas por Obispos en muchas diócesis como respuesta a la invitación del Buen Pastor, quien, “al ver a las gentes se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, como ovejas que no tienen pastor”, y dijo: “La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies” (Mt 9, 36-38).

El arte de promover y de cuidar las vocaciones encuentra un luminoso punto de referencia en las páginas del Evangelio en las que Jesús llama a sus discípulos a seguirle y los educa con amor y esmero. El modo en el que Jesús llamó a sus más estrechos colaboradores para anunciar el Reino de Dios ha de ser objeto particular de nuestra atención (cf. Lc 10,9). En primer lugar, aparece claramente que el primer acto ha sido la oración por ellos: antes de llamarlos, Jesús pasó la noche a solas, en oración y en la escucha de la voluntad del Padre (cf. Lc 6, 12), en una elevación interior por encima de las cosas ordinarias. La vocación de los discípulos nace precisamente en el coloquio íntimo de Jesús con el Padre. Las vocaciones al ministerio sacerdotal y a la vida consagrada son primordialmente fruto de un constante contacto con el Dios vivo y de una insistente oración que se eleva al “Señor de la mies” tanto en las comunidades parroquiales, como en las familias cristianas y en los cenáculos vocacionales.

El Señor, al comienzo de su vida pública, llamó a algunos pescadores, entregados al trabajo a orillas del lago de Galilea: “Veníos conmigo y os haré pescadores de hombres” (Mt 4, 19). Les mostró su misión mesiánica con numerosos “signos” que indicaban su amor a los hombres y el don de la misericordia del Padre; los educó con la palabra y con la vida, para que estuviesen dispuestos a ser los continuadores de su obra de salvación; finalmente, “sabiendo que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre” (Jn 13,1), les confió el memorial de su muerte y resurrección y, antes de ser elevado al cielo, los envió a todo el mundo con el mandato: “Id y haced discípulos de todos los pueblos” (Mt 28,19).

La propuesta que Jesús hace a quienes dice “¡Sígueme!” es ardua y exultante: los invita a entrar en su amistad, a escuchar de cerca su Palabra y a vivir con Él; les enseña la entrega total a Dios y a la difusión de su Reino según la ley del Evangelio: “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto” (Jn 12,24); los invita a salir de la propria voluntad cerrada en sí misma, de su idea de autorrealización, para sumergirse en otra voluntad, la de Dios, y dejarse guiar por ella; les hace vivir una fraternidad, que nace de esta disponibilidad total a Dios (cf. Mt 12, 49-50), y que llega a ser el rasgo distintivo de la comunidad de Jesús: “La señal por la que conocerán que sois discípulos míos, será que os amáis unos a otros” (Jn 13, 35).

También hoy, el seguimiento de Cristo es arduo; significa aprender a tener la mirada de Jesús, a conocerlo íntimamente, a escucharlo en la Palabra y a encontrarlo en los sacramentos; quiere decir aprender a conformar la propia voluntad con la suya. Se trata de una verdadera y propia escuela de formación para cuantos se preparan para el ministerio sacerdotal y para la vida consagrada, bajo la guía de las autoridades eclesiásticas competentes. El Señor no deja de llamar, en todas las edades de la vida, para compartir su misión y servir a la Iglesia en el ministerio ordenado y en la vida consagrada, y la Iglesia “está llamada a custodiar este don, a estimarlo y amarlo. Ella es responsable del nacimiento y de la maduración de las vocaciones sacerdotales” (JUAN PABLO II, Exhort. ap. postsinodal Pastores dabo vobis, 41). Especialmente en nuestro tiempo en el que la voz del Señor parece ahogada por “otras voces” y la propuesta de seguirlo, entregando la propia vida, puede parecer demasiado difícil, toda comunidad cristiana, todo fiel, debería de asumir conscientemente el compromiso de promover las vocaciones. Es importante alentar y sostener a los que muestran claros indicios de la llamada a la vida sacerdotal y a la consagración religiosa, para que sientan el calor de toda la comunidad al decir “sí” a Dios y a la Iglesia. Yo mismo los aliento, como he hecho con aquellos que se decidieron ya a entrar en el Seminario, a quienes escribí: “Habéis hecho bien. Porque los hombres, también en la época del dominio tecnológico del mundo y de la globalización, seguirán teniendo necesidad de Dios, del Dios manifestado en Jesucristo y que nos reúne en la Iglesia universal, para aprender con Él y por medio de Él la vida verdadera, y tener presentes y operativos los criterios de una humanidad verdadera” (Carta a los Seminaristas, 18 octubre 2010).

Conviene que cada Iglesia local se haga cada vez más sensible y atenta a la pastoral vocacional, educando en los diversos niveles: familiar, parroquial y asociativo, principalmente a los muchachos, a las muchachas y a los jóvenes -como hizo Jesús con los discípulos- para que madure en ellos una genuina y afectuosa amistad con el Señor, cultivada en la oración personal y litúrgica; para que aprendan la escucha atenta y fructífera de la Palabra de Dios, mediante una creciente familiaridad con las Sagradas Escrituras; para que comprendan que adentrarse en la voluntad de Dios no aniquila y no destruye a la persona, sino que permite descubrir y seguir la verdad más profunda sobre sí mismos; para que vivan la gratuidad y la fraternidad en las relaciones con los otros, porque sólo abriéndose al amor de Dios es como se encuentra la verdadera alegría y la plena realización de las propias aspiraciones. “Proponer las vocaciones en la Iglesia local”, significa tener la valentía de indicar, a través de una pastoral vocacional atenta y adecuada, este camino arduo del seguimiento de Cristo, que, al estar colmado de sentido, es capaz de implicar toda la vida.

Me dirijo particularmente a vosotros, queridos Hermanos en el Episcopado. Para dar continuidad y difusión a vuestra misión de salvación en Cristo, es importante incrementar cuanto sea posible “las vocaciones sacerdotales y religiosas, poniendo interés especial en las vocaciones misioneras” (Decr. Christus Dominus, 15). El Señor necesita vuestra colaboración para que sus llamadas puedan llegar a los corazones de quienes ha escogido. Tened cuidado en la elección de los agentes pastorales para el Centro Diocesano de Vocaciones, instrumento precioso de promoción y organización de la pastoral vocacional y de la oración que la sostiene y que garantiza su eficacia. Además, quisiera recordaros, queridos Hermanos Obispos, la solicitud de la Iglesia universal por una equilibrada distribución de los sacerdotes en el mundo. Vuestra disponibilidad hacia las diócesis con escasez de vocaciones es una bendición de Dios para vuestras comunidades y para los fieles es testimonio de un servicio sacerdotal que se abre generosamente a las necesidades de toda la Iglesia.

El Concilio Vaticano II ha recordado explícitamente que “el deber de fomentar las vocaciones pertenece a toda la comunidad de los fieles, que debe procurarlo, ante todo, con una vida totalmente cristiana” (Decr. Optatam totius, 2). Por tanto, deseo dirigir un fraterno y especial saludo y aliento, a cuantos colaboran de diversas maneras en las parroquias con los sacerdotes. En particular, me dirijo a quienes pueden ofrecer su propia contribución a la pastoral de las vocaciones: sacerdotes, familias, catequistas, animadores. A los sacerdotes les recomiendo que sean capaces de dar testimonio de comunión con el Obispo y con los demás hermanos, para garantizar el humus vital a los nuevos brotes de vocaciones sacerdotales. Que las familias estén “animadas de espíritu de fe, de caridad y de piedad” (ibid), capaces de ayudar a los hijos e hijas a acoger con generosidad la llamada al sacerdocio y a la vida consagrada. Los catequistas y los animadores de las asociaciones católicas y de los movimientos eclesiales, convencidos de su misión educativa, procuren “cultivar a los adolescentes que se les han confiado, de forma que éstos puedan sentir y seguir con buen ánimo la vocación divina” (ibid).

Queridos hermanos y hermanas, vuestro esfuerzo en la promoción y cuidado de las vocaciones adquiere plenitud de sentido y de eficacia pastoral cuando se realiza en la unidad de la Iglesia y va dirigido al servicio de la comunión. Por eso, cada momento de la vida de la comunidad eclesial –catequesis, encuentros de formación, oración litúrgica, peregrinaciones a los santuarios- es una preciosa oportunidad para suscitar en el Pueblo de Dios, particularmente entre los más pequeños y en los jóvenes, el sentido de pertenencia a la Iglesia y la responsabilidad de la respuesta a la llamada al sacerdocio y a la vida consagrada, llevada a cabo con elección libre y consciente.

La capacidad de cultivar las vocaciones es un signo característico de la vitalidad de una Iglesia local. Invocamos con confianza e insistencia la ayuda de la Virgen María, para que, con el ejemplo de su acogida al plan divino de la salvación y con su eficaz intercesión, se pueda difundir en el interior de cada comunidad la disponibilidad a decir “sí” al Señor, que llama siempre a nuevos trabajadores para su mies. Con este deseo, imparto a todos de corazón mi Bendición Apostólica.

Vaticano, 15 noviembre 2010

BENEDICTUS PP. XVI